Tuesday 2 July 2013

Sin pudor.



Las dos guardas de seguridad y la conductora de bus de mi lugar de trabajo hablan de sus desgracias personales. Acaban de conocerse. Ya las conozco a todas desde hace los tres años y medio que llevo ahí trabajando. Nunca he preguntado nada, pero entre ellas, quizá estatus social quizá edad similar, quizá la empatía que da el reconocer en la mirada ajena que también han sufrido, me enteré que Ana vió la masa encefálica de su hija de 19 años en el coche, al igual que Sacramento un líquido blanco que les salía del oído a su marido y a su padre, en otro accidente de coche.
Hablaban de las ganas de no vivir, de otras desgracias consecuencia de las primeras, y de cómo estas le transforman a una.

Yo las escuchaba impertérrita desde mi puesto, como si no las escuchara, aunque sabían las oía...y callaba, y me mordía los labios.
Y al llegar a casa  a las 8:00 am tras el turno de noche, el estómago revuelto se me saltó por los ojos.

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